
Ayer a la hora de comer, cuando me tocaba pincharme, me di cuenta que me había olvidado mi kit de supervivencia (con la insulina y el medidor) en casa de mi hermana. No fue demasiado grave porque yo en casa tengo insulina de reserva y un segundo medidor (obviamente), con lo cual fui a recogerlo por la tarde y punto.
No es la primera vez (ni será la última) que me dejo mi estuche olvidado por ahí.Esto me ha recordado a la vez que celebré mi cumpleaños a 70 km de mi casa y también me olvidé de la insulina. Ese caso sí que fue más grave, y sobretodo caro, muy caro.
No es lo mismo que se te olvide en casa de tu hermana, que en diez minutos puedes ir y volver, a que se te olvide a 70 km de casa. No, no es lo mismo. A 70 km de distancia si vas a buscarla, ya no hace falta que vuelvas.
Ahí aprendí que más vale lápiz corto que memoria grande.Aquella vez, en lugar de ir a urgencias o al centro de salud a que me dieran un boli o me pincharan mi dosis, nada más y nada menos que fui a la farmacia que había justo al lado del restaurante.

Me cobró 70€ por la dichosa caja de insulina. Yo, esplendida de mi, quería invitar a mis amigas a cenar, pero aquella anécdota se llevó todo mi presupuesto de la cena de mi cumpleaños.
No las pude invitar, pero años después, nos seguimos riendo de ese día y del precio de tener memoria de pez...
Comentarios
Publicar un comentario